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La historia de Cardona se remonta a la época prehistórica, como lo demuestra el material neolítico hallado en la colina del castillo. También hay material ibérico y romano, y la explotación de los afloramientos de sal sódica son documentados ya por escritores y militares romanos.
La primera mención del castillo de Cardona se puede fechar en 798, cuando Lluís el Piadós encomendó a un conde Borrell, hispanovisigodo, la fortificación de los castillos o vigías de Casserres y de Cardona (que estaban ya en decadencia), en la frontera de poniente de la Marca, antes de la conquista de Barcelona, fortificación que probablemente no llegó a llevarse a cabo. La verdadera reconstrucción de una fortaleza en este lugar fue realizada por Guifre el Pelós hacia el 880, cuando estableció la frontera en el Cardener y se determinó a repoblar este sector.
La carta de población de Cardona, que el conde Borrell II concedió el 23 de abril de 986 y que también firmaba el señor de Cardona Ermemir llamado vizconde, daba privilegios como la exención de la cuarta parte del impuesto por la concesión de la sal extraída de las canteras cada jueves, obligaba a los hombres de la villa a invertir un día semanal en la obra del castillo, sancionaba algunos crímenes según las leyes góticas y exhortaba a la defensa del castillo y a la ayuda al conde de Barcelona contra los enemigos.
La villa y sus habitantes disfrutaron de la producción de sal gema. La primera referencia escrita está en la carta de forestación dada por Borrell. Según ésta, los vecinos de Cardona tenían el derecho a aprovechar toda la sal que pudieran arrancar del salino los jueves de cada semana. Esta práctica se mantuvo hasta el siglo XIV.
